Adriana Varela: “Ya no queda un ambiente con la misma mística del tango”

Adriana Varela regresa a la Ciudad y promete “tangos, claro, y otras cosas”
Adriana Varela cuenta que “no heredé el tango”. Su padre, dice, escuchaba jazz y blues, “y mamá a Edith Piaf, boleros, era menos prejuiciosa que nosotros, que con mi hermano éramos sectarios, la generación de los 70 era muy sectaria en cuanto a la música”. La anécdota de la llegada de “La Gata” al tango es conocida: “Vi ‘Sur’, de Pino Solanas, y escuché al ‘Polaco’. Y se me partió la cabeza como la primera vez que escuché a Los Beatles”. Nunca pensó que fuera a cantar tango, y sin embargo, el tango la llamó como llama a veces el destino.
Y luego la llamó el propio Goyeneche, que la apadrinó. “Me llevó a todos los teatros donde cantó. No le gustaba cantar en lugares grandes, aunque igual hemos ido, pero le gustaban los lugares íntimos”, recuerda. Era una especie de heredera, de continuadora de una manera de cantar, de decir los tangos, conversarlos. De una forma de pararse en escena.
Varela volverá mañana a “mi ciudad preferida”, lanza sobre su visita a La Plata, a la sala de 4 entre 51 y 53. Luego, se ríe: “Bueno, eso le digo a todos”. Aquí, cantará “tangos, claro, y otras cosas, que no son tangos pero tienen que ver con lo urbano”, adelanta. Habrá algo de Sabina, Jaime Roos. “Pero fundamentalmente tangos”, acompañados por bandoneón y guitarra criolla, cuenta.
Y lo hará con esa impronta tan personal que la volvió la aprendiz del “Polaco”. Una impronta rockera, claro: Varela venía del rock cuando vio “Sur”, y desde entonces empapó de rocanrol su interpretación. “Gustavo Santaolalla siempre me decía: ‘No escondas el rock que tenés’”, recuerda, y cuenta que un mural en su Avellaneda natal dice: “Adriana Varela: la hija del rock”.
“La nostalgia es un dolorcito en flor, pero la melancolía es un flor de dolorcito. La melancolía es un agujero en el pecho”
Adriana Varela
Una impronta que se alimenta del público y su energía: “Yo necesito del público. Si no, parece un ensayo, y yo no ensayo”, se ríe. Varela habita el escenario, se deja llevar, canta como quien cuenta, acunando cada verso con paciencia, dedicación y cariño. “Yo nunca canto a tempo, fraseo como me sale. Yo fraseo todo lo que canto, mis músicos son granaderos, seguirme a mi que nunca canto igual, que nunca canto a tiempo, es valioso”, celebra. “Y también les divierte: no nos aburrimos, no hacemos siempre lo mismo, aunque hagamos las mismas canciones”.
- Hay un disco tuyo, de los 90, que se llama, “Vuelve el tango”. Desde entonces, el tango se fue mil veces, volvió mil veces. ¿Se fue alguna vez el tango, realmente?
- Lo que desaparece es lo que está de moda. La vanguardia verdadera no está en lo nuevo, está en la esencia, no en la apariencia: Jimi Hendrix, John Lennon, el tango, son clásicos. Y los clásicos, aunque no sean masivos por el momento, aunque el mercado invente un artista, un género musical que les da guita, eso después ¡pum! desaparece, porque no es algo que trasciende la identidad. No podemos negar que Gardel es un clásico, como Los Beatles. Yo, como artista, lo veo de otra forma: para mi la modernidad es una palabra vacía, no sé qué es lo moderno, sé que es lo vanguardista, que es donde nos inspiramos los músicos que queremos acudir a lo clásico. A mi no me interesa cantar un tango que hable de internet, me interesa lo esencial, que es lo que tiene que ver con la existencia: eso es lo pesado. Toda la vida busqué en lo que no se muestra, lo que no ilumina el mercado: en los 90, yo tenía una decepción grande con el rock, que ya no era lo mismo. Viví un duelo como música, como escuchante, como artista, y ahí apareció Pino Solanas mostrándonos la identidad. Ahí se ve: lo masivo es lo que va y viene, lo popular es lo que está, lo que está en el pueblo, no en la tele.
- Después de ver “Sur”, “El Polaco” te sumó. ¿Cómo fue ser una mujer en el tango, en ese tango que, dicen, era muy masculino, y encima bajo el ala de Goyeneche?
- Fue bastante pesado tomar la posta del “Polaco”: soy una mina, pensaba que me iban a clavar agujas en las fotos, no es joda tomar la posta del “Polaco”, era bravo. Pero yo los agarré en un momento maravilloso, eran ya señores mayores y a mí, que no me conocían, me preguntaban: ‘¿vos venís de la facultad?’ Y yo les respondía que no, que iba a escucharlos a ellos, a saber de dónde venimos. Yo no iba a patotear, iba a aprender, estaba en el Olimpo, así que ellos estaban chochos. Fue un placer escucharlos: ellos me abrazaron, me protegieron de varias personas que no eran gigantes como ellos, que no eran grandes como Salgán, como Cadícamo, Expósito… Los grandes se portaron conmigo como padres. ¿El ambiente del tango es machista? Bueno, el mundo es machista. Hoy, es un ambiente que extraño: después de que se fueron ellos, no quedó un ambiente con la misma mística.
- Hablando de tango y machismo, una vez te preguntaron por las letras machistas y respondiste que “el tango es edípico, y por eso es machista, porque como la mamma no hay”. ¿El tango en esas letras se ríe un poco de esos tipos un poco patéticos, derrotados por las mujeres?
- ¡Es que como la mamma no hay! Claro que hay humor. El tango nació en la orilla, en el puerto. A mí me gusta ese tango, y ese tango tiene humor. De todos modos, cuando me toca cantar tangos que no son orilleros, tangos que quizás no tienen ese humor, siempre explico: hay una diferencia entre la nostalgia y la melancolía. La melancolía es una forma de la psicosis, está muy cerca de la locura. En cambio la nostalgia… la nostalgia es un dolorcito en flor, pero la melancolía es un flor de dolorcito. La nostalgia emociona, es recordar momentos hermosos, la melancolía es un agujero en el pecho.
https://www.eldia.com/nota/2024-6-27-5-12-18-adriana-varela-ya-no-queda-un-ambiente-con-la-misma-mistica-del-tango--espectaculos
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